En la época de la prohibición

Empecemos por le principio. Despenalización, regulación, y liberación. Eso es lo que buscamos. La mariguana tiene muchísimo tiempo como parte de nuestra realidad, la del mundo, quiero decir. La prohibición vino, como el voto de la mujer, hace un puñado de décadas. En México apenas se cumplieron 60 años del derecho a voto de la mujer. Esta tardanza es una vergüenza de la que quizás deberíamos hablar más seguido. Es decir, la mariguana ya está “legalizada” o mejor dicho, se ha legislado al respecto de su portación, consumo y venta. Pero hay leyes estúpidas, e inmorales, que además tienen consecuencias terribles para la sociedad, y que es necesario discutir, y revertir para que haya una relación honesta entre las necesidades de la gente y la leyes que nos rigen.

Para entender la prohibición hay que entender el miedo, la arrogancia, la estupidez y la hipocresía de muchos años de los Estados Unidos, y que lamentablemente imitamos con vergonzosa fidelidad en México. Esos elementos —miedo, estupidez, hipocresía y arrogancia— son el caldo de cultivo que permite que existan definiciones legales que penalizan la libertad de elección sobre el propio cuerpo, e interpretan como “crímenes graves sin derecho a fianza” a esos que no tienen víctimas.

Además, no es necesario pensarlo demasiado: la cantidad de recursos que se utilizan para castigar un crimen —repito— sin víctimas tiene como consecuencia que no se dediquen recursos, personal, ideas y creatividad para prevenir, atender y resolver crímenes violentos que afectan a toda la población. ¿A quién prefieres ver en la cárcel? ¿A un hombre que roba millones, a otro que asesina, otro que paga por violar a una mujer esclavizada, o a un hombre que se fuma un toque y se queda dormido a la mitad de una película en su casa sin agredir o afectar a nadie?

Durante la guerra fría había un demonio que era el comunismo. Muchos encontraran en internet la imagen de un diablo con boina mal aconsejando a un muchacho sobre las descargas de música de internet. Es comunismo, nos dice un cartel. Lo pueden encontrar buscando “mp3 is communism.” Queda de tarea para los curiosos investigar si una apreciación de este tipo es un chiste o de verdad alguien hizo este cartel con toda seriedad. En todo caso, se puede tomar en serio porque aún se utiliza “el comunismo” como un estigma para deshumanizar y aplastar adversarios, y “robar” la música de músicos que aún eran parte de la decadente industria discográfica, podría considerarse como un crimen que sí tiene una víctima.

Entonces, todos los que descargan música por internet sin pagarla parecerían criminales, pero cuántos lo hacen, o hacemos, y nos justificamos de mil maneras. De todos modos, ya casi todo está en youtube ¿no? ¿Quién compra discos originales de 130 pesos en estos días? ¿Qué tan moral es que la cultura sea un lujo?

Ni siquiera es necesario entrar en debate sobre el absurdo hipócrita de la permisividad con el tabaco, el alcohol y toda la gama de sustancias —drogas— que se pueden adquirir con la bendición del sistema conceptual de salud mundial. Drogas buenas. Drogas malas. Gente buena. Gente mala. Blanco. Negro. ¿Es este nuestro nivel de comprensión de nuestra realidad personal, y colectiva? ¿Pensamos que todos los demás son estúpidos menos nosotros? ¿Somos anti-mesiánicos que sienten que otro mesías les roba público y atención?

¿Qué opinarías si te dijera que hay muchos mexicanos que piensan que todos los otros mexicanos son demasiado estúpidos e inmaduros como para poder llevar con responsabilidad las consecuencias de despenalizar la mariguana? ¿Te incluirías en el primero o en el segundo grupo? Una vez escuché ese comentario en un foro, y en muchas discusiones se infiere que esa es el tren de pensamiento de gente que piensa que nunca se va a regular y despenalizar el uso de la mariguana.

Yo pienso que sí es posible. Que puede llegar un momento donde nuestros complejos y baja autoestima individual tomen un descanso y aprendamos a reconocer y fomentar la inteligencia colectiva para liberar al prójimo, y con ello a nosotros mismos.

Para los que la consumen en contravención directa —quizás de prudente closet— a las leyes nacionales e internacionales, podría obviar, pero sé que no, decir que, aunque somos mexicanos, y estamos en México, la regulación sí traería como consecuencia una mejor calidad, mejor control, y mayor seguridad. Para muestra hay que voltear a ver —aunque se mantiene en una especie de precavido silencio— la realidad en regiones donde se ha despenalizado el uso médico, y más aún, el uso recreativo de la terriblemente inofensiva mota, y qué relación existe entre esta regulación y la proliferación de crímenes violentos.

Enero, 2014

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